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lunes, 30 de agosto de 2010

Pacto con el diablo

En tan sólo una hora con dieciseis minutos me he enfrentado ya dos veces a eso que tienen por costumbre los grandes empresarios , esos que no somos nosotros, aquellos a los que lo abultado de sus cuentas bancarias por poco los convierte en Otros. Hablo de esa afición por los tediosos cuestionarios que nos arrojan a la cara, cada vez que uno intenta obtener algún beneficio a través de sus sitios en internet; esto lo hacen justo en el momento en que dejamos de ser lectores pasivos de lo que ellos ofrecen en su cara más visible y queremos algo más... Lo que yo quería era tener una tarjeta de descuento del 10% para un restaurante y escribir un comentario al columnista de un períodico, al buen Fadanelli. Antes de satisfacer estos simples deseos, apareció en mi pantalla (a eso me refiero con "nos arrojan a la cara") una infinidad de preguntas con espacios para rellenar con respuestas que aclaren, sin que quede la menor duda, quién soy yo. Estas son las cosas que dichos empresarios hacen por su público de forma gratuita, se supone. Y lo dudo mucho, porque el hecho de que alguien ofrezca algo a cambio de que uno responda quién es, es exigir el pago del precio más alto. Eso es verdaderamente hacer un pacto con el diablo.
Aunque ya no sé si puedo seguir hablando mal de esos pobres millonarios, ¿no estarán intentando, con esa costumbre, hacer un Bien a todos nosotros? Nosotros, muy ingratos, insistimos en permanecer en el anonimato, cuando ellos, además de ofrecernos un servicio, nos preguntan por nuestra identidad. Es decir que ellos, casi siendo Otros, quieren que nosotros seamos alguien.

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