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miércoles, 25 de agosto de 2010

Las hojas

Encontré una hoja doblada donde un par de dias atrás dibujé unas cuantas letras, unas junto a otras, tan cerca algunas de ellas que lo había ahí ya eran palabras. Que hubiera ahí palabras, no implica necesariamente que valga la pena leerlas, por más que donde haya escritura hay lectura, lo repito: no necesariamente vale la pena hacerlo.
En el caso de lo que comencé a contar, efectivamente lo que había en ese hoja no vale la pena. Y le perdoné la vida a la inocente, qué culpa tiene de no valer la pena, y no hablo de la hoja sino de la escritura. A ver, a qúién pueden interesar el nombre y el teléfono de un desconocido.
Y le perdoné la vida, algo me impidió arrojarla al bote de basura. La mayoría de las veces que hago tal cosa, creo fervientemente que actuo para no contradecir a los adultos que, cuando eramos niños, nos insistían en que no usáramos nuestras libretas para cualquier estupidez, ya que cada hoja provenía de la rama de un árbol y desperdiciarlas equivalía a malgastar la muerte de un ser de la naturaleza. Por supuesto con ello sembraban en nosotros la culpa por el asesinato de los árboles, que dieron su madera para que nosotros aprendiéramos a construir oraciones o a resopnder a la pregunta ¿cuál es el área de un círculo que tiene 2.4 cms de radio? Los árboles muerieron para que aprendiérmos a responder bien, cualquier cosa que hiciéramos diferente a ello, era el desperdicio de una muerte. Los que desperdiciaban eran más responsables por el asesinato, los que sacaban diez eran menos culpables que los de ocho para abajo.
Para perondar nuestra culpa por el asesinato hay que escribir bien, cosas que valgan la pena. Por un lado: escribir bien... no hay tal cosa, somos hablantes de un alfabeto divino, las vocales que ponemos entre consonantes son sacrílegas, nuestras palabras son mutilaciones de las cosas. Somos culpables del asesinato de los árboles y doblemente culpables por la mutilación de las cosas en nuestras palabras. Escribir Cosas que valgan la pena... que hagan valer la pena de muerte a la que estamos condenados por no escribir bien, por medio escribir y por asesinar árboles.

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