Quién puede quitarse de la lista de los que hablan de "la vida" como algo de todos, como algo común y público -público como el Metro, los estacionamientos, las primarias, las secundarias o los baños. Es decir que a pesar de la ingenuidad de quien así dice y la ignoracia que demuestra de aquellas elegantes y siempre sabias filosofías, psicoanálisises, y en fin de toda la bola de escrituras que remarcan con la más negra de las tintas la palabra subjetividad; no hay quien se resista a sentir que su vida es la de alguien más... la de todos los usuarios.
La vida es la escena de una obra de teatro -muy posiblemente de una tragedia- de una película o de un sueño. Y nadie me puede señalar como arrogante y soberbio, yo no soy el protagonista.
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