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miércoles, 11 de abril de 2012

La mujer serpiente

La historia canónica cuenta que se trataba de una belleza de costa, nacida en La Habana y criada por sus padres, un par de mulatos que bailaban son en los videos de la Matancera. Ambos eran adolescentes el año en que Castro y el Che Guevara recorrían la calle en el asiento trasero de viejos descapotables de salpicaderas abombadas.

En fin... la chica viperina no fue reptil toda su vida, si bien desde que el primer negro se fijó en ella, su sangre se volvió fría. Una tarde, como hacía todos los días, salió a caminar por la playa. Pero esta vez su caminata se vio interrumpida por algo más que turistas ebrios ofreciéndole ropa a cambio de un poco de sexo (como supone ese molesto prejuicio anticastrista). Se topó con un hechicero que pronto quiso convencerla casi de lo mismo, salvo que no llevaba nada para intercambiar.

El hechicero, al verse rechazado y herido en un orgullo que no tomaba en cuenta lo esquelético de su forma ni las deformaciones de su rostro, rezó en dizque latín, ruidos incomprensibles que convirtieron el cuerpo de la mulata en una tira alargada cubierta de escamas.

Palabras menos, eso es lo que suena cada 10 minutos en el altavoz de esta charlatanería de feria, uno de los puestos de decadencia que se apiñan en Cuajimalpa durante Semana Santa.

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