Hay personas que por cuyo oficio -vendedores son los que yo he concocido- en sus peroratas de merolicos, en los discursos que usan para convencer a los pasivos compradores, dan sabor a sus palabras.
Viene la vendedora de quesos y yo simplemente observo el comercio -mi miedo hacia la gente me hace huir de los vendedores. Pero cuando ella dice "queso oaxaca", sus palabras las escucho más con mi paladar y ya es como si tuviera una quesadilla entre los dientes. Si dice "le vendo queso canasto", al no saber de este tipo como sé del oaxaca, ya me sabe la palabra canasto como a una nueva y deliciosa variedad de queso -que por supuesto la saboreo como a un oaxacanasto.
La señora de los quesos no habla con palabras sino con quesos y yo no escucho más con los oídos que con el paladar.
Los sonidos que utiliza para vender son sonidos oaxaca.
Sus sonidos saben delicioso.
Sus sonidos sirven para hacer quesadillas.
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