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lunes, 1 de noviembre de 2010

Kirillov

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/50457.html Hace ya algun tiempo solía repetir en mi mente una idea en la que creía encontrar -y no dejaba lugar a dudas- una justificación para aquellos que "decidían suicidarse": "Sirve para adueñarse de la muerte". Lo que tenía esto por fondo, era que todo sufrimiento, fastidio, melancolía, nostalgia... que acompañan al acto de estar vivo, y que a menudo estamos tentados a pensar que son, con la vida, una misma cosa; creía que todos esos sentimientos -o intuiciones, ya no sé- se debían al hecho de que existir consiste en que los demás o si se quiere el destino, las circunstancias, la naturaleza, Dios, etc. tienen más poder sobre una vida que aquel que la vive, que uno es arrojado por el viento a donde sea. Es decir que para el sufrimiento que implica la vida, está de fondo la sensación de estar viviendo de acuerdo con determinaciones siempre ajenas. Según esta lógica, el suicidio se impondría como la posibilidad de decidir por primera vez y de acabar con el efecto de las voluntades externas.
Lo que hoy escribo viene a cuento porque hace unos días vi una película en la que un personaje "decidía" suicidarse. Su motivo era que con su muerte ayudaría a otras personas a las cuales había incluído en la lista de beneficiarios de un seguro de vida; además de ello, la perseguía una terrible culpa desde que sus familiares murieron en un accidente de auto, en el que ella conducía. Aquí por supuesto subayace una combinación de heroísmo y culpa moral como justificantes del acto suicida.
La película también me recordó a aquel personaje de una gran novela de Dostoievski llamada "Demonios". Kirillov era su nombre y lo peculiar de este individuo era el grado de religiosidad que guardaba con respecto al suicidio, para él representaba un acto en el que encontraba la máxima realización del ser humano. Lo único que, para Kirillov, se interpone entre un hombre y el hecho de darse muerte a sí mismo, es el miedo. Recuerdo que se trataba de miedo a dos cosas, pero en mi memoria quedó grabado sólo una de ellas, el miedo al dolor. Aquí en realidad no encuentro fácilmente el afán de justificar el suicidio, ya que decir que éste representa la máxima expresión de las posibilidades humanas, no es decir algo en concreto, aunque pensándolo bien sí nos dice algo, pero más que soltar una justificación, aporta una explicación y a decir verdad, la más sencilla de todas : el hombre se suicida porque puede, porque es una de sus posibilidades.
Si embargo, ya con la ayuda de la columna de G. Fadanelli (link arriba), puedo poner en duda toda justificación para el suicidio.
Justificar es un acto humano, sólo en cuanto a que forma parte de lo que leyendo en Fadanelli entiendo como "estar vivo". Para explicar esto antes tengo que hacer una cita:"Las novelas son mentiras que uno elige y que tendrían que dar vida aún cuando invoquen la maldad humana o describan las vicisitudes más amargas de los seres humanos: eso son las palabras, deseo de continuar, de preguntar no obstante se conozca la respuesta de antemano, de estar al lado de un otro que no existe". En esto supone que la vida es algo en lo que él como hombre escritor de novelas insiste a pesar de todo. Además de eso, yo creo que todo Hombre es, de algún modo, escritor de novelas, en cuanto a que todo hombre participa del lenguaje y de la escritura -más allá de todo criterio estético o de academia. Eso es estar vivo: escribir novelas, participar del lenguaje, las palabras y la escritura. Justifcar es una forma de participar de las palabras, morir es dejar de hacerlo, pero especialmente el suicidio es la anquilación de toda posibilidad de seguir hablando y por lo tanto cualquier justificación queda anulada, es la elección de guardar un silencio absoluto y permanente.