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miércoles, 28 de julio de 2010

Las puertas

No me había dado cuenta de lo bien que las puertas cumplen su función -por lo menos para mi manera de caminar.

Es difícil que, apenas viendo yo una pared, no busque una puerta para entrar. No hay pared con techo que pueda resistirse completamente a poseer uno de esos orificios -si entendemos que una pared se continúa con otras que le son perpendiculares y a veces paralelas. Ni hablar de las ventanas.

Pero bueno, estaba hablando de mí ¿no es así? De pocas paredes puedo acordarme, cuya puerta yo me atreva a rebasar fácilmente -para entrar digo; salir... a quién le importa salir. Uno que se precie de ser buen ciudadado y más que nada lo suficientemente cautelosos y empático (por favor leánse estas últimas dos palabras con toda la burla posible), debe voltear a cada lado de la entrada para verificar que ningún horrible policía está apunto de interrogarle y pedirle uno de esos pedazos de plástico con letras y fotografías estampadas en ellos. Hay que indagar cuidadosamente si no hay alguno de esos furiosos uniformados haciendo aquella fundamental pregunta por el ser... ¿quién es usted? ¿cómo saberlo?